jueves, 3 de febrero de 2011

La Odisea del ADSL

Imagínate este cuadro. Tú estás en tu casa tranquilamente, conectado a internet haciéndote una paja o lo que te salga del mismo sitio y de repente alguien llama a la puerta. Normalmente pasas del tema y dejas que sigan dándole al timbre hasta que se les quede el dedo en carne viva, pero ese día no, por algún motivo que sólo Mitra es capaz de discernir, te sientes cívico (o con ganas de pelea) y vas y abres. Y este habrá sido tu primer error. No porque el que haya al otro lado del umbral sea un Testículo de Jeovah, Jeoviene, o como se diga, no, será el principio del fin porque te encontrarás con algo mil veces peor: Un vendedor de Vodafone. Sí, has leído bien, un tipo de esos que te intenta camelar para que te pases a su compañía y abandones como a un viejo en una gasolinera a la que has tenido toda la vida. Y el tipo te tienta, te saca un plastiquito de colores y te pinta una nueva vida de ídem a base de descuentos, conexiones wifi y mil paridas más que hasta ese momento maldita la falta que te hacían. Y tu caes, y le dices que sí, y rellenas un contrato y lo firmas, y entonces, sí querido amigo, estás jodido. Y no lo digo porque sea de Vodafone, porque lo mismo te hubiera pasado con Telefónica, Ono, Jazztel, Orange o la puta madre que los parió a todos. Y es que a partir de ahí viene la tela.

Como en el timo de la estampita tú quieres buscar el mayor beneficio para ti mismo (nos ha jodido, ¿no?, vas a buscar el suyo) y ahí también hay trampa porque hay algo que no has leído con atención en el contrato que acabas de firmar: La Permanencia. Eso sí que es una palabra que acojona y no el Apocalipsis ese. Y cuando te llaman los de la otra compañía, los de toda la vida, y te preguntan que si has decidido dejarlos, que por qué eres así, que qué mal te han hecho ellos, y tú les dices que es que el otro me ofrecía el infinito y más allá, entonces el nota, con un morro que se lo pisa, va y te dice que él puede hacerte una oferta mejor que la del otro, y entonces a ti se te queda cara de panoli y piensas (ya que no tienes velocidad o cojones para decírselo a la cara) ¿eso no me lo podías haber dicho hace un mes y así nos hubiéramos ahorrado todo este follón? Lo que te lleva un poco más allá y te preguntas ¿acaso el precio de sus servicios no eran los ajustados, como me habían dicho, y en realidad he estado pagando como un gilipollas una cantidad abusiva que fácilmente podrían haber reducido a la mitad si hubieran querido? Y entonces, rizarás el rizo y concluirás: Menudos Hijos de la Gran Puta. Pero tú, que eres educado, te callarás y escucharás su nueva oferta, que sí, que mejorará la del otro, y tú dirás pos nada, mi cielo, contigo pan y cebolla, y entonces le preguntarás y ahora qué hago yo con el otro, cómo se lo cuento, y él te dirá, tranquila, mujer, que de eso me encargo yo. Y no, porque será mentira, en realidad no se encargará de nada, te dirá que lo único que él puede hacer es detener el proceso de portabilidad y que tendrás que hablar con los otros y decirles que te den de baja y entonces ellos te dirán que llames al 123, que me saldrá un robotito de mierda, que te dará todas las opciones del mundo menos exactamente la que necesitas y te colgará y entonces llamarás diez veces más hasta que por fin un tipo o tipa allá en Costa Rica o Cuba o donde Baal perdió los calzones te dirá que has llamado al departamento equivocado, que deberás ponerte en contacto con el de bajas, y tú le dirás que eso es exactamente lo que quisieras pero que no te dejan, y entonces te dirá que vuelvas a llamar al 123 y pulses la segunda opción mientras contienes la respiración y haces el pino, y tú lo harás, obediente que eres, y al final te saldrá alguien (después, claro de que hayas agotado las batería del móvil desde el que llamabas) que te dirá los pasos exactos que tendrás que llevar a acabo para darte por fin de baja y devolver los putos equipos que previamente has pagado y tu sorpresa será mayúscula cuando entre esos pasos está ¡enviar un fax! (sí, colega, esa tecnología desfasada y obsoleta que ya nadie usa) más que nada por tocar los cojones y tengas que ir a una tienda Vodafone (que antes las habría en cada esquina, pero ahora hay una sola para toda la ciudad) y pedirles por favor que te envíen el puto fax ese de mierda. ¿Y crees que la cosa acaba aquí? Pues no sabría decirte porque encima los notas, ni cortos ni perezosos, te cargarán el primer recibo en la cuenta del banco por el puto morro. Recibo que tú devolverás porque no está el horno para bollos, y ahí hay otra trampa que se disparará el día menos pensado. ¿Qué? ¿Sigues ahí? Pues ya sabes lo que te digo... ¡Que les vayan dando!